Literarias
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Verdad eclipsada

Alberto Nisman (Dibujo: NOVA).

Un cuento de Romina Ponzio, especial para NOVA

"Credulidad, osadía y temeridad son causa de ignorancia, error, y peligro”

No estaba dispuesto a dar un paso en falso. Esta vez la seguridad lo empujaría donde quería llegar. Siempre que había dudado demasiado antes de tomar una decisión, conseguía entramparse y salir más enredado y confuso; no obstante, ya había pecado en la vida, al actuar con cierto arrebato. Pero no era este el caso. No era obcecación, era certeza. No había incertidumbres, ésta era una de las veces en que adjudicaría toda la virtud a la experiencia adquirida.

Su ex mujer le hubiera echado en cara su vanidad (que bien le vendría ahora – a modo de consejo- para desenterrar viejos rencores). Lo que tenía entre sus manos bien podía ser un delirio, una búsqueda de trascendencia a partir de sus investigaciones, o una extravagancia. Lo cierto es que hacía meses que esperaba este momento, y no pensaba dejar un sólo hilo suelto, nada que pudiera evaporar sus horas interminables de desvelo.

Tuvo que regresar a lugares desde los que nunca hubiera querido regresar. Pero siempre es necesario volver. En algún punto dejamos siempre “algo” en cada lugar, y es necesario ir a por ellos en determinado momento de nuestras vidas, para completarnos. Tuvo que volver. Debía completarse, y dar en la tecla.

Su impulso lo llevaba a donde quería ir, y estaba dispuesto a enfrentar todo lo que fuera necesario, con el equilibrio ineludible, también, para la adquisición del éxito. De todos modos (si bien en el fondo su imagen era un reflejo de una cuota –certera- de vanidad encubierta) buscaba afanosamente la verdad. Y cuando uno busca la verdad, comúnmente se choca… contra la verdad.

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Entró al consultorio apurado, como si necesitara tomar oxígeno allí dentro. Como si fuera un pez fuera del agua y el consultorio el ambiente propicio para poder oxigenarse, donde encontrar el espacio que venía siéndole esquivo en este mundo.

Tomó asiento y se explayó, sin reparar en la llegada tarde:

- ¿Ya debería estar desilusionado, no es cierto? Sin embargo, algo en ella me atrapa.

- Quizás muy dentro tuyo sabés lo que te atrapa… ¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando te digo esa frase?

- No consigo entender.

- No te preguntó a vos, está hablando conmigo.

- Pero también tengo derecho. Digo, que, intuyo de qué hablan; porque en el fondo me pasa lo mismo, pero no comprendo la pregunta.

- Creo que yo tampoco. O mejor dicho, no quiero comprenderla.

- ¿Qué es lo que no querés comprender? ¿La pregunta o la respuesta que aún no diste?

- No es mi turno; pero a mí me pasa que muy en el fondo no quiero ver la realidad. Me aterra pensar en que no es lo que yo proyecté en ella.

- Yo no sé si proyecté, no lo creo… ella… ella habla, ella dice lo que yo quiero escuchar.

- Pero ¿Cómo actúa, más allá de lo que dice?

- No quiero ver que cometo el mismo error más de una vez. Siento que esto ya lo viví.

- Todos necesitamos volver a ciertos lugares, para reencontrarnos con lo que dejamos en el camino, y completarnos.

- Cuando habla me siento completo.

- Cuando habla, a mí me confunden las voces.

- ¿Por qué hace rato elegís el silencio mientras todos hablan?

- Me sucede lo mismo, sólo que… nunca me animo a desdecir a los demás, y aunque me confundan ciertas voces, no voy a decir lo que no debo.

- ¿En qué confluyen el deber y el ser en estos momentos?

- No comprendo la pregunta.

- ¿Quién SOS, más allá de lo que los otros esperan que seas? ¿Cuáles son tus ideas?

- No sé, estoy fascinado con ella. De a ratos le temo. No sé si me animaría a contradecirla por miedo a perderla; creo que en el fondo la necesito para sentirme completo. No sé qué haría sin ella. Es cierto que las voces… pero… ¿qué hay de cierto?

- ¿Qué hay de cierto en lo que te atrapa?

- Es que… es tan parecida a…

- No puedo, aunque quiera, cortar el vínculo con ella, es tan… fuerte, tan segura…

- Pero…¿Y las voces?

- Son sólo voces.

- ¿Y si no lo fueran?

- ¿Todas se parecen a ella?

- Y… algo en común tienen.

- ¿Y no será hora de crecer y de cortar el cordón?

- Debo admitir que de a ratos me molestan sus manipulaciones, pero a un mismo tiempo y como es algo que he vivido desde pequeño, no dejan de serme conocidas, y por ello, familiares, necesarias, y hasta me es reconfortante sentirme manipulado de ese modo. Ella tiene ese poder, como también lo tenía mi madre…

- ¿Y entonces?

- No lo sé….

- Yo no siento que me manipule. Estoy absolutamente fascinado. Es brillante. Me obnubila.

- ¿Te eclipsa?

- No entiendo la pregunta.

- Te nubla la visión… como un eclipse. ¿Perdés tu luz, perdés tu propio brillo?

- No te entiendo.

- Es claro, no querés entenderlo. ¡Las voces!

- ¿Por qué me aclarás algo que no te pedí que me aclares?

- Es que es más que obvio… ¡Las voces!

- Yo no hablé de las voces… no desvié la conversación. Pero si es necesario hablamos de las voces.

- No quiero hablar de las voces. Las voces confunden, no construyen, sólo hacen ruido y no necesito ese ruido. Me molesta el ruido. Ya dije que me encanta que me diga lo que quiero oír.

- ¿Aunque sean manipulaciones?

- Aunque lo sean. Tampoco sé si lo son. Eso siento a veces, cuando me enojo. Pero no puedo estar mucho tiempo enojado con ella. ¡Me da tanto! ¡Se preocupa tanto por mí, que no podría desagradecer de tal modo! Todos tenemos defectos, y… sí, ella los tiene ¿Quién no? Me da culpa pensar en sus defectos.

- Me perdí, ¿Hablabas de ella o de tu madre?

- Creo que en el fondo todos sentimos más o menos lo mismo. A todos nos confunde, a todos nos conforma, a todos nos da felicidad, todos escuchamos las voces, y las negamos. Las queremos negar, porque somos dependientes de la omnipresencia y la imagen maternal que despliega.

- Bueno, creo que por eso estamos todos aquí reunidos en el marco de esta terapia. Lo que hizo que yo los cite a todos ustedes a esta hora y en este preciso momento, es que la situación es similar ¿O no?

- Es posible.

- Muy bien… pero ¿y… qué hacemos con nuestro futuro?

- ¡No es como para decidirlo hoy, no es cuestión de un día!

- Yo voy a serle fiel e incondicional. Yo no voy a abandonarla por más que de a ratos me haga daño. Le debo…

- ¿La vida?

- No, la vida se la debo a mi madre.

- ¿Qué le debés?

- No entiendo la pregunta.

- Yo le debo, pero no quiero hacer de mi vida una hipoteca.

- ¡Ja! ¡Las voces!

- ¡No las escuches, yo hago eso!

- Hay sólo una voz para escuchar, y esta terapia durará sólo nueve meses.

- ¿Cómo un parto? ¿Hiciste un chiste?

- La asociación la hiciste vos. Es lo que durará mi terapia junto a ustedes, coordinando este grupo. Es el tiempo que hay. En diciembre, habrá que escuchar esa voz.

- ¿Y si sigo equivocándome?

- ¿Das por hecho que estás equivocado?

- Yo no estoy equivocado, vos porque te dejás influír por las voces. Ya te dije que no las escuches… yo hago eso.

- ¿De qué voces hablan?

- Bueno… dejamos aquí por hoy. Hay algo que tienen que saber. Vamos a tener que trabajar duro durante estos nueve meses; vamos a tener que pensar en ir dejando de lado la comodidad, lo que nos resulte familiar, el miedo a romper lo que está establecido, el no temerle a las voces y discernir si lo que dicen les convence o no, dejar de lado el miedo a descubrir que cierto Edipo no les permite romper las cadenas, y que posiblemente sea la hora de elegir… otra voz, o seguir con la misma si les da felicidad, o seguir aún a sabiendas de que no da felicidad y seguimos formando un parte de un círculo enfermizo que los hermana –en cierto modo- desde hace años.

- Estoy confundido.

- Todos lo estamos ¿Vamos a tener que decidir?

- Nos vemos la semana próxima.

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Se levantó temprano esa mañana. Su impulso lo llevaba a donde quería ir, y estaba dispuesto a enfrentar todo lo que fuera necesario, con la legitimidad necesaria, también, para el alcance de la virtud. De todos modos (si bien en el fondo su imagen era un reflejo de una cuota –certera- de vanidad encubierta, como en el fondo bien le adjudicaba su ex mujer, aunque él nunca se lo reconociera por orgullo) buscaba la verdad.

Un disparo en la cabeza, le obnubiló los sentidos. Un profundo eclipse lo sumió en el más oscuro de los silencios. En el de aquel silencio abismal del que no se vuelve más.

Sólo pudo pensar en una cosa antes de que el estruendo absoluto lo sumiera en la oscuridad: “Cuando uno busca la verdad, comúnmente se choca, contra la verdad”.

(En homenaje al Fiscal Alberto Nisman, para muchos fue asesinato, y para otros, suicidio)

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